El día que se hizo noche y el cielo se oscureció. Los hombres rezaron a su Dios y el miedo les heló el alma. Cada bando tomó el eclipse como un mal presagio. Así comenzó la batalla de Simancas, que enfrentaría a la cualición cristiana, bajo el mando de Ramiro II, y el todopoderoso califa Abderramán III, que dirigirá un ejército de más de cien mil hombres. Una batalla que decidirá la existencia de los reinos del norte en la peninsula.